"En Mancuello y la perdiz, Carlos Villagra Marsal Asunción, 1932) nos propone, a través de un experimento lingüístico, una interpretación del drama del Paraguay. Los elementos recurrentes del libro -bochorno y seqía, violencia gesticulante y gratuita, aleteos y silbidos, cielo que se agrieta con arborescencias de luz y resonancias lejanas- se desplazan de manera circular, en calidad de símbolos, y configuran un reducto de miedos y renuncias, de esperanzas y rebeldías, junto a la espera y crítica. Frante a los acontecimientos del 2 y 3 de febrero de 1989 (tanto en la versión primera de la novela -de hace veinte y cinco años- como en ésta), la metamorfosis en perdiz del protagonista cobra un sentido inesperado y presente, aunque abunden todavía los nocturnos mancuellos de rapiña".
Al escritor paraguayo se le plantea , como al de cualquier comunidad bilingüe, una alternativa: la del idioma de su producción literaria. Cuando digo bilingüe me estoy refieriendo a la vigencia de dos códigos lingüísticos con carácter de difusión general en la colectividad... Bien Conocido es que el guaraní, lengua ampliamente mayoritaria en el Paraguay, ha sido mantenida en situación predominante de oralidad, siendo considerada como instrumento de la comunicación "corriente", "familiar" o "espontanea", de la cual se excluyen múltiples esferas de la comunicación y de las relaciones sociales". Prólogo, pg. 11.
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